QUE LA VIDA ES UN CARNAVAL - 1ra PARTE

QUE LA VIDA ES UN CARNAVAL - 1ra PARTE

 

En Febrero, el pecado de la carne acecha en el Cusco (Carne vale). Es temporada de cuaresma y la iglesia católica se prepara para recordar la muerte de Jesús; el pueblo en cambio, alista la osamenta para el jolgorio de la carne. Herederas de las bacanales y saturnales, no habrán fiestas más paganas que estas, las lluvias y el verdor de los campos revitalizados invitan a la barbarie. Aunque no se llegue a los fastuosos desmanes de Río de Janeiro, Venecia o Barranquilla. El carnaval cusqueño tiene sus muy propios merecimientos.

COMPADRES Y COMADRES

Si este jueves, en el poste de una esquina aparece colgado un muñeco, mamarracho de personaje, ningún cusqueño parecerá sorprendido; más bien todos acudirán a reconocer al notable vecino y compadre que ha sido agasajado por el “cariño” de su comadre, entre risas celebrarán el parecido, entre chanza y chanza se envolverán en serpentina y mixtura de colores, se destaparán las botellas y servirán las viandas hasta que ya bien embadurnados de harinas de colores y negros de betún, bailen hasta quedar exhaustos y felices. En los andes, el compadrazgo por hacer bautizar a los hijos, puede crear lazos más fuertes que la propia sangre. Es el primer jueves de fiesta y esto apenas empieza.

El siguiente jueves es la “venganza” de los compadres porque: “compadre que no atiende a su comadre no es buen compadre,  es un C…” ahora la colgada es la muñeca que caricaturiza los defectos de la agraciada. Si son días lluviosos se dirá que las comadres o compadres “están llorando”; pero eso no importa, en medio de la gozadera  general, los compadres visitarán a sus comadres como se ha hecho desde que la carne fue débil y se hicieron bautizar o casar a los hijos para extender la familia con los afectos. Los huaynos, la chicha, la frutillada y demás fluidos correrán en torrentes y sellarán por otro año, el parentesco espiritual.

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